Como se señala en la abundante,
cuidada e imprescindible documentación que se incluye en el volumen -qué
excelente trabajo del editor, Jorge Saura-, la obra fue escrita por Bulgákov a
mediados de 1925 como adaptación teatral de La guardia blanca, una novela
del propio autor, ambientada en el sangriento conflicto civil que asoló Ucrania
en 1918-19.
Conviene
subrayar las fechas, pues indican que Bulgákov abordaba en ella sucesos
militares, políticos y sociales que habían tenido lugar apenas seis años antes.
En ellos, habían estado implicados el ejército contrarrevolucionario ruso, los
nacionalistas ucranianos, el ejército alemán, el ejército bolchevique,
destacamentos de cosacos y los Gobiernos de Francia e Italia. En menos de un
año, la ciudad de Kiev, lugar en el que transcurre la acción, fue ocupada
militarmente por unos u otros hasta cinco veces.
Así pues, el
autor se enfrentaba a acontecimientos muy graves, muy cercanos en el tiempo y,
en consecuencia, muy presentes en la memoria de la sociedad y, sobre todo, de
la clase intelectual y política rusa de la época.
Bulgákov
decidió narrarlos primero, y teatralizarlos después, desde el punto de vista de
una familia de clase media alta, estrechamente vinculada al ejército “blanco”,
es decir, al ejército contrarrevolucionario ruso. Y lo hizo evitando
cuidadosamente la aplicación de un tratamiento maniqueo. Una audacia que
contribuyó a que la pieza fuera acogida con extrema hostilidad,
En Los
días de los Turbín, los hechos históricos son un ruido externo -en
ocasiones, “strictu sensu”- del cual conocemos únicamente sus ecos eficaces:
cómo influyen y cómo son interpretados por el pequeño grupo social y familiar
que se debate en escena.