La mujer se ha liberado mental y sexualmente y a su alrededor rondan los hombres. En este caso, dos hombres. El hombre es a veces esclavo, en ocasiones esclavizador, o acaso objeto de placer, y también pesadilla. Ella es ágil, hermosa, inteligente, y su ética es variable, como la de la mujer considerada actual. Uno de los hombres, siempre con careta, es el arquitecto, el policía, el locutor, el notario, el redactor, el joven periodista, el diseñador, el perro, por lo tanto lo establecido, el orden. El otro, también con careta, es el moro, el turco, el latino, el eslavo, el filipino, el contador de cuentos, el joven persa, el mulato, por lo tanto el exterior, y el placer, el desorden, lo esclavo. La mujer es la cazadora, liberada sexualmente y sin conceptos éticos, sólo placer. Nunca se sabe por dónde explotará la tensión en este triángulo. Pero el final reserva la sorpresa de la reinstauración, si es que eso es sorpresa. Todo esto y más es esta comedia en la que se trasciende el concepto de personaje y en el que se mezclan los géneros. Y cuya puesta en escena tiene que resultar divertida y a veces desternillante.
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